Suerte


Alejandro Oliva [@betandtuit]

Real Murcia, 2; Villanovense, 1
Arrancó el partido y de pronto comprobamos que el Villanovense es la belleza que hay en el horror, ese algo de vida que dicen siempre hay en la muerte, que debe de ser parecida a la Segunda B. Alguno todavía no se había sentado y allí estaban esos tipos de negro, altos, fuertes, bien colocados, intentando jugar al fútbol. En casi 40 años en las gradas de las condominas me ha impresionado el Nanu Soler del Espanyol de Clemente, todo el Albacete de Benito Floro, el gol de Coquito Rodríguez del Palamós, aquel Fernando Torres de 17 años y unas diez o doce joyas más, y este Villanovense ha llamado con fuerza a esa puerta de la memoria, ha estado a punto de abrirla. Altos, fuertes, bien colocados, con centrales imponentes, gente de banda que desborda y un 10 extremeño-rumano que se llama Jesús Rubio y el año pasado jugaba para el enemigo, y al que el enemigo, sorprendentemente, no quiso este año, quizá aconsejado por uno de esos ordenadores que analiza muy bien datos pero jamás interpretará partidos ni descubrirá belleza. Un 10 de otra época, más que de otra categoría. Altos, fuertes, casi guapos, bien colocados, con un 10 de otra época, intentando jugar al fútbol, sin perder el tiempo, sin tirarse al suelo por un roce, sin tonterías: la belleza en el horror, de pronto. El Villanovense.

Pero al Murcia de Paco García no se le dan mal los guapos y enseñó su mejor cara en la primera parte, con David Sánchez aportando ya mucho de eso que necesita el equipo y un Wilson Cuero tan colosal que cuenta con el apoyo de la grada a pesar de estar cada vez más lejos de marcar un gol. Tras el descanso, en cambio, y sobre todo con superioridad numérica (pero sin Armando), el Murcia fue menos y mostró que falta algo, y no sólo delanteros con gol, para pelear por el ascenso con más argumentos. El Villanovense aguantó y terminó más entero, con la cabeza alta toda la tarde. Pero al final apareció la suerte, esa palabra que cuando se aplica al Murcia deja de ser palabra y se convierte en arma arrojadiza, en hostia para atizar al Murcia. Es una tradición cultural de la zona, que pasa con casi todos los conceptos. Si Diego Rivas hubiera fallado en un balón colgado por el Villanovense en el descuento jamás hubiéramos oído ni leído la palabra suerte: se hablaría de error del portero del Murcia, de que somos muy malos, de que el Villanovense (Villanovense como arma arrojadiza, ojo, no como equipo de fútbol) nos había encerrado. La palabra suerte estaría prohibida en ese escenario. Pero no falló Rivas, sino el portero extremeño, y mientras el Murcia sumaba tres puntos vitales ya se había activado el protocolo de la suerte, la búsqueda de excusas para la victoria, en esta extraña tierra tan acostumbrada a ver la muerte en la vida y el horror en la belleza.

Real Murcia: Diego Rivas, Pumar, Fran Morante, Golobart, Paris Adot; David Sánchez, Armando (Germán, 71'), Rubén Ramos (Diego Benito, 61'), Roberto Alarcón, Isi (Javi Saura, 78') y Wilson Cuero.
Goles: 0-1 (Carlos, 8'), 1-1 (Isi, 12'), 2-1 (David Sánchez, 90').

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