El sistema


Alejandro Oliva [@betandtuit]

Real Murcia, 2; Linares, 0
Es probable que la consolidación del 4-2-3-1 sea una de las cinco cosas que más me han tocado los cojones en los últimos 25 años, hasta el punto de que celebro no solo cualquier otro sistema, el que sea, sino cualquier tipo de variante a ese horror. El 4-2-3-1 es un atentado contra nuestra infancia y parte de nuestra mejor juventud. Es una cuestión completamente sentimental, ojo. La sensación de que algo en nuestra vida se jodió, en la futbolística al menos, cuando apareció ese endiablado sistema. Qué espanto, qué distribución más odiosamente perfecta de las piezas. El 4-2-3-1 ha hecho a los equipos mejores, más fuertes, y además a todos: oímos hablar de la solidez del Huercal-Overa o de la selección de Luxemburgo y ya no nos sorprende. Pero esa solidez acabó con la locura, que es lo único que puede hacer un partido interesante cuando no juega tu equipo. El 4-2-3-1, además, significó el afianzamiento de la figura del mediapunta, ese engendro tan adorado por el fútbol moderno. Portero, defensa, centrocampista o delantero: todo lo demás es palabrería, conceptos generados por el aburrimiento. Alguno quiere ser mediapunta antes que futbolista, le escuché decir a un tipo en un bar. La línea de tres mediapuntas, comentan algunos analistas. Estamos jodidos, señores. Bien jodidos.

El murcianismo salió con una sonrisa de Nueva Condomina el domingo, una sonrisa tonta de satisfacción, que sospecho que no sólo se debía al 2-0 con el que ganamos con relativa tranquilidad al Linares. La sonrisica venía por un juego distinto, y detrás de ese juego estaba la variante que Vicente Mir introdujo en su 4-2-3-1, esa cierta locura con la que atacó el Murcia, dejando una banda vacía, juntando delanteros por dentro, con Diego Benito liberado y con Armando barriendo por todas partes, casi llamando a las puertas de la selección alemana. El domingo se vio algo distinto, algo que arrancó sonrisicas, aún no una alegría desbordante, pero sí cierta esperanza. No se vio un 4-2-3-1, no: mi abuelo hubiera visto en el campo tres centrocampistas y tres delanteros, que es lo que había. Fue un Murcia más dinámico, fue un regreso a los 80, a la merienda, a la infancia. A mi abuelo. Mir consiguió que viéramos un partido distinto, algo desequilibrado por fin. Porque el horror no llegó con el 4-2-3-1 en sí, sino en el momento en que empezó a enfrentarse a otro 4-2-3-1. Quizá ahí esté en parte el origen de esos partidos equilibrados de ahora, sin apenas ocasiones ni tiros, absolutamente parejos, que se resuelven a balón parado, o por un ligero error que te condena a morir 0-1 ante equipos que no han hecho nada más que creer ciegamente en su 4-2-3-1. Así atentaron contra nuestra infancia, así murió el fútbol para nosotros, ese fútbol que nos gustaba antes, que disfrutábamos incluso cuando no jugaba nuestro equipo. Porque si juega el Murcia, claro, todo vale. El 4-2-3-1, el tedio, el horror o lo que sea. Cualquier cosa con tal de ganar. Cualquier cosa con tal de ser, de seguir viéndote jugar.

Real Murcia: Simón; José Ruiz, Golobart, Josema, Pumar; David Sánchez, Armando, Diego Benito (Rubén Ramos); Isi (Alarcón), Rayco y Guardiola (Aguilera).
Goles: 1-0 (Guardiola, 3'). 2-0 (Rayco, 49').

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