Agonía


Alejandro Oliva [@betandtuit]

Marbella, 1; Real Murcia, 1
¿Cuántos años llevamos jugando contra la muerte? Casi sin darnos cuenta, con la tontería, va para nueve años ya. No teníamos ni idea de que un partido de fútbol pudiera durar tanto, de que la muerte fuera capaz de perdonar así en el área. La palabra que recorre todas estas temporadas es agonía: ganamos para sobrevivir, pero sabiendo que estamos sentenciados. ¿Pero cuánto tiempo puede durar la agonía? ¿Sigue siendo agonía cuando no termina, cuando la agonía ya no es la transición entre la vida y la muerte sino la propia vida? Vivimos en la agonía continua, nos hemos acostumbrado a ella. Es probable que algún murcianista joven no sepa lo que es jugar un partido normal, que no sea a vida o muerte; que el fútbol para él sea agonía, sólo agonía, siempre al límite, siempre al filo de la muerte. Si no ganáis este domingo, cuidado. Si no ganáis, bajáis; si no ganáis, no subís, si no ganáis, ojo, que desaparecéis. Ese es el único Murcia que conocen. Criar a un chaval en esa agonía lo hace fuerte, lo hace adulto antes de tiempo. Tarde o temprano todos aprendemos que lo importante no es ganar o perder, sino vivir, pero ellos lo aprenden antes de tiempo, a una edad en la que uno sólo debería jugar. ¿Papá, entonces si no ganamos hoy desaparecemos? ¿Papá, y si no ganamos hoy no hay más Murcia? Esa pregunta, aterradora, planea desde hace muchos años, con la tontería, casi sin darnos cuenta.

El partido de Marbella parecía una metáfora de estos años y, sobre todo, de las últimas temporadas, brillantes en lo deportivo, en las que el Murcia ha estado cerca de subir a Primera o a Segunda y, en cambio, en todas ha terminado en Segunda B. Mir sacó un once distinto, aparentemente defensivo, pero que se convirtió en el equipo más ofensivo en años. Fue una primera parte extraordinaria, en la que el Murcia no dejó de llegar con facilidad al área rival, como si jugara en casa y contra un equipo menor. Fue un recital con cinco o seis ocasiones clarísimas para llegar al descanso goleando. Y, sin embargo, perdíamos. La segunda parte ya sólo fue agonía: no pasaba casi nada, sólo el tiempo, y cada vez más rápido. Pasaba el tiempo y se acababa el partido, se acababa la temporada, se acababa el Murcia. Pasaba el tiempo y por muchos salones de la ciudad planeaba ese temido ‘¿papá, y si no ganamos hoy?’. Pasaba el tiempo y Golobart fue increíblemente expulsado y no llegábamos; pasaban los minutos y el salón se tambaleaba, y temíamos por la palabra papá casi tanto como por la derrota. El partido parecía perdido, el Murcia agonizaba, pero el Murcia, con la tontería, casi sin darnos cuenta, lleva nueve años jugando contra la muerte. Y entonces la puso Pumar, la peleó Elady, la pitó el árbitro, la cogió Guardiola y engañó al portero, tranquilo, como ajeno a nuestra agonía, a lo suyo, sólo pendiente de la portería, como todo buen nueve. El Murcia sigue vivo y continúa la agonía, la palabra que recorre todas estas temporadas. Le habíamos marcado a la muerte en el 90 y de penalti. Tarde o temprano todos aprendemos que lo importante no es ganar o perder, sino vivir, pero cuando te mantienes vivo por un penalti en el descuento y lo marcas y te abrazas con los tuyos incluso recuerdas que lo único más importante que vivir es sentirse vivo.

Real Murcia: Simón; Juanjo (José Ruiz, 63'), Golobart, Borja Gómez, Josema, Pumar; Armando, David Sánchez, Adri Cruz (Elady, 75); Víctor Curto (Isi, 48') y Guardiola.
Goles: 1-0 (Añón, 15'), 1-1 (Guardiola, 90').


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