Depredadores


Alejandro Oliva [@betandtuit]

Real Murcia, 3 ; Mancha Real, 1
Se dramatiza demasiado con eso de bajar de categoría, con el hecho en sí, el día trágico, las lágrimas, el pozo o el infierno; la desolación. Pero lo peor no es bajar, sino estar. Lo peor es lo jodido que es volver. Lo vemos en Segunda, en todos esos equipos que bajan después de estar muchos años en Primera, entre los grandes y guapos. El choque siempre es terrible, por mucho que vayan sobre aviso: en Segunda los equipos no sólo son feos y bajitos, es que son jodidos, son competitivos. Lo están viendo en Zaragoza y en Mallorca; lo han visto en Gijón o en Pamplona; lo han vivido el Betis, la Real Sociedad y hasta el Atléti. Bajan y se ven atacados, de repente, por todos los tópicos del mundo del fútbol: no hay enemigo pequeño, el fútbol son once contra once, con el nombre no se ganan partidos, incluso por el impecable fútbol es fútbol. Son equipos feos, son jodidos, son competitivos. Alguno puede pensar que el descenso a Segunda B puede ser distinto, un alivio al menos donde imponer tu grandeza sea algo más fácil. Pero no. En Segunda B también son jodidos y competitivos, y además son más feos. Los cabrones. La Segunda B es una selva frondosa, llena de trampas y de equipos sin nombre, o incluso con nombre simpático, en la que si no eres depredador eres su presa. La Segunda B te come la moral desde el principio, cuando tienes claro que sólo cuatro de los 80 equipos saldrán de allí, sólo cuatro, que encima deben ser fuertes todo el año y, sobre todo, en primavera. Te come la moral desde el principio y te va cogiendo cariño, hasta susurrarte al oído que cuanto más tiempo pases allí más difícil será salir de esa maldita selva, en la que terminas por perderte, por volverte loco, si es que no acaba antes contigo.

El Mancha Real de Nueva Condomina mostró en 90 minutos la cruda realidad de la Segunda B. Equipo feo con nombre simpático, antepenúltimo en la tabla, casi hundido, casi descendido, el Mancha Real dio la cara en todo el partido, jugó bien, asustó incluso con uno menos a este Murcia enrachado, y pegó todo lo que se puede pegar y un poco más. Jodidos, competitivos. Los cabrones. Pero el Murcia fichó en invierno, sobre todo, instinto depredador, lo más necesario para salir de la selva. El primer balón que llegó al área encontró a Guardiola y gol; el último balón de la primera parte fue a parar a Curto y gol. Incluso el primer balón que llegó a la rueda de prensa encontró un depredador: "Nos han hecho un gol a balón parado y eso no me gusta", señaló Vicente Mir, que es el gran depredador del Murcia, el que sabe que ningún equipo sube encajando goles en faltas laterales, el que parece conocer todas las trampas para salir vivo de esta selva. Pero el protagonista del partido, sin embargo, fue Pumar, la presa favorita del murcianismo más crítico, ese que contempla callado a Kike García triunfar en Primera. Fernando Pumar llegó al Murcia en Segunda en el verano del 2014 y ha vivido con nosotros todo lo que vino después. El capitán simboliza mucho de este equipo perseguido, que se abre paso en la selva, que sobrevive domingo tras domingo, entre depredadores y algún carroñero que espera en silencio nuestra muerte. Los números dicen que perdemos cuando no juega; los partidos muestran que es un jugador decisivo en ataque siempre. El domingo volvió a serlo: dio dos goles y marcó el tercero de un disparo soberbio. El gol de Pumar, por fin, pensamos. Pero no. En la celebración reposada del capitán, puño cerrado y grito de rabia contenida, vimos que ese todavía no era el gol de Pumar. Su gol ya sólo puede ser nuestro gol, ese con el que soñamos a diario, y es el gol que repara la injusticia del verano del 2014, la que cometieron nuestros depredadores y quién sabe si algún carroñero que espera en silencio nuestra muerte.

Real Murcia: Simón; Juanjo, Borja Gómez, Josema, Pumar; Rayco (Elady), Armando, Juanma (Saura), Diego Benito; Guardiola y Curto (Isi).
Goles: 1-0 (Guardiola, 2'). 2-0 (Curto, 42'). 2-1 (Romero, 74'). 3-1 (Pumar, 78').

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