El dolor

Alejandro Oliva [@betandtuit]

Pontevedra, 1 ; Real Murcia, 3.
Imagino que don Francisco decidió ir a Pontevedra en cuanto se enteró de que había un Pontevedra, al escuchar el sorteo, la misma tarde del lunes, tal vez, o al verlo en el periódico al día siguiente, quién sabe. "Me voy", diría don Francisco, imagino. Imagino que no lo pensó, que no le dio ni dos vueltas, que ese tipo de decisiones no se piensan, pero ni idea de cómo fue su proceso. El caso es que podía ir a Pontevedra o no ir a Pontevedra y eligió ir. El club Real Murcia recordó a toda la ciudad el pasado verano, en una brillante campaña de abonados, que un equipo de fútbol no se elige, se siente, pero en la vida y en el fútbol a veces también se elige. Y don Francisco, 60 años cumplidos, camiseta grana de #nidiosseraja, sin nadie conocido que lo acompañara, eligió hacer más de 2.000 kilómetros en autobús en 36 horas, eligió no acostarse en una cama durante todo un fin de semana, para ver al Murcia jugar en Pontevedra. Imagino que allí pasó un gran día. Imagino que vio una ciudad amable abrazando a la hinchada rival, unas calles distintas llenas de unas vidas parecidas, un ambiente en Pasarón precioso de eliminatoria, de ser o no ser, de fútbol auténtico. No necesito imaginar, porque lo sé, que también vio a tres o cuatro desgraciados maltratar y esposar a un murcianista sin motivo alguno, en una escena brutal que deja un sabor amargo a cualquiera que la viva, un sabor de derrota tan absoluta que dan ganas de abandonar el fútbol y todo lo demás. Don Francisco vio lo peor y lo mejor de este mundo, vivió ese pulso entre aceptarlo o no que el cabrón de Faulkner planteó en una frase de Las Palmeras Salvajes: "Entre el dolor y la nada, elijo el dolor". Imagino a su familia llamándolo loco al marchar a las 12 de la noche y llamándolo loco al volver a comer el domingo. Imagino, porque lo vi medio dormitar dos noches enteras, que llegó a su casa roto, dolorido, los pies hinchados como si hubiera ido andando, con la sensación de tener cinco o seis rodillas maltrechas, sin espalda y con el cuello del revés, porque lo vi cabecear varias veces como Víctor Curto, pero al vacío. Imagino que llegó a casa roto, porque lo vi bajar del autobús roto y feliz, como todos, pero con 60 años encima. Pero entre el dolor y la nada, había elegido el dolor. Como el Murcia, el puto Murcia, que una temporada más llega a estas semanas agarrado a la vida para seguir siendo.

Dice La Biblia, que diga bdfutbol.com, que Vicente Mir Arnau mide 1,73 metros, pero Vicente salió de Pasarón convertido en un gigante, en un ser casi mitológico, en el tío más alto de Valencia, al menos. 1,80 mínimo, Vicente, joder; menuda liaste en Pontevedra, Vicente. Dicen que no hay que cambiar lo que funciona, que si va bien algo ni tocarlo, pero sólo si no se tienen cojones, pareció decirnos Vicente en Pontevedra, que casi revolucionó un equipo que funcionaba. Qué tío, Vicente, estudioso de cada rival, de cada campo, de cada detalle. “Hay un jugador con manga larga: vamos a ver cómo influye en el partido”, decía Carlos Salvador Bilardo, y así parece actuar Vicente, con todo tan controlado que sacó en Pasarón un equipo lleno de centrocampistas que funcionó a la perfección, empequeñeció al Pontevedra y contó con el acierto habitual de los dos de arriba. Sólo un penalti inventado, algo quizá tan habitual como el acierto de los de arriba, mantiene viva la eliminatoria. El Murcia dio una alegría al murcianismo, una alegría en primavera, por fin, la primera de un camino tan largo que apetece vivirlo, aunque pueda llegar a doler mucho. Pero no importará, hemos elegido que duela. Como don Francisco, al que imagino decidiendo ir a Pontevedra en cuanto se enteró de que había un Pontevedra, al escuchar el sorteo, la misma tarde del lunes, tal vez, o al verlo en el periódico al día siguiente, imagino. Lo que no necesito imaginar, porque lo sé, es el motivo que dio para hacer ese viaje cuando le preguntaron por qué, Paco, por qué a Pontevedra, hombre, por qué. Don Francisco sólo dijo que iba por si le pasaba algo y era la última vez que podía ver al Murcia. Sin más. A veces, detrás de la locura más grande está la decisión más sensata. El dolor antes que la nada. El cabrón de Faulkner y el puto Murcia, que se agarra una temporada más a la vida para seguir siendo.

Real Murcia: Simón; Juanjo, Golobart, Josema, Pumar (José Ruiz 80'); Javi Saura (Diego Benito 65'), David Sánchez, Armando, Adrián Cruz; Víctor Curto (Elady 86') y Sergi Guardiola.
Goles: 0-1 Víctor Curto (20'); 0-2 Sergi Guardiola (39'); 0-3 Víctor Curto (50'); 1-3 Bonilla (79', de un penalti que pitaron).

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