Pellejos


Alejandro Oliva (@betandtuit)

Real Murcia, 1; Badajoz, 0.
“Aquí pellejos hay siempre”, dijo contundente el camarero al servir el café, sujetando una bandeja llena de asiáticos en mitad de la huerta, entre Aljucer y la Era Alta, nada menos. Se lo decía a mi amigo Carlos Pujante, que quería enseñarnos su pueblo, y había decidido hacerlo a partir de un plato de pellejos de cerdo, algo que sólo puede perpetrar un buen amigo. "¿Pellejicos? ¿Aquí? ¡Siempre!". Y miraba desafiante a Carlos, con los asiáticos aún en la mano, ese camarero, que no quería ver un asiático en la mesa hasta que no quedara claro que pellejos, allí, siempre había. “¿Tú eres el que ha llamado tanto para preguntar si el domingo habría pellejos?”, insistía, ese camarero a Carlos, con los asiáticos todavía en la bandeja, nerviosos, los asiáticos, histéricos, esperando ser servidos. “Pues eso no tienes ni que preguntarlo, socio”, aclaraba, solemne, ese camarero. "Aquí siempre hay pellejos. Siempre". Dos cosas teníamos muy claras, por encima de todo, en ese momento: que allí siempre había pellejos y que el camarero quería dejar claro que allí siempre había pellejos. Habíamos comido pellejos, en efecto, en un buen plato de cerdo, un plato de cerdo varios, que así parecía llamarse el plato, pellejos rodeados de tocinos, de lomos, de salchichas, de longanizas, pellejos bien rodeados. Y habíamos comido cordero y pollo, y lengua en salsa, y pulpo y alcachofas, y tomate y embutido. Una buena comida entre amigos en un domingo de esos espléndidos que deja el otoño en Murcia cuando el sábado ha ganado el Murcia. En mitad de la huerta, entre Aljucer y la Era Alta. En un sitio en el que siempre hay pellejos. Y entonces fue imposible no pensar en silencio, con el asiático por fin en la mesa, en esas pocas cosas que son seguras. Esas cosas que no fallan, como un buen amigo.

En el Murcia actual de Salmerón faltan muchísimas cosas, pero siempre hay pellejos. Ahora ya vamos a ver al equipo sabiendo que tenemos ese mínimo, esa fiabilidad competitiva, esas líneas juntas, ese mediocampo poblado, con Armando de jefe, más retrasado, impecable. Salmeroni compensa la ausencia de mediocentros defensivos con muchos mediocentros de los otros, pero entregados a la causa. Y a pesar de eso, a pesar de los resultados, sigue faltando mucho. No fue peor el Badajoz que el Murcia, como tampoco lo fueron el Granada B, el Jumilla o el Extremadura. Queda la sensación de que el equipo aún puede crecer más, aún puede ganar mejor, quizá también por la mínima, eso siempre, pero probablemente sin dar tantas opciones al rival. En el Murcia actual de Salmerón faltan muchísimas cosas, pero lo mejor es que los rivales no lo saben. Ellos sólo escuchan un alarido aterrador a la semana (unocero), un ruido mecánico y asfixiante (cerouno), un grito corto, discreto (unocero), pero sobrecogedor (cerouno). Una gota de agua que suena intermitente en el silencio de las noches de la Segunda B. El Murcia. Nos piden pellejos y siempre tenemos. Siempre. Algo seguro en el deporte más imprevisible del mundo. Algo como pedir pellejos en mitad de la huerta, entre Aljucer y la Era Alta, como ver jugar al Murcia cada domingo, como el amigo que nunca falla.

Real Murcia: Biel Ribas; Fede Vega, Orfila, Álex Ortiz, Forniés; Armando; Santi Jara, Llorente (David Sánchez, 50'), Fran Carnicer (Pedro Martín, 63'), Jordan (Juanma, 79'); Salva Chamorro.
Unocero: Santi Jara (30').

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