Series


Alejandro Oliva (@betandtuit)

Extremadura, 0; Real Murcia, 1.
Ha dado fuerte por las series de televisión, ¿eh? Vaya tela. Supongo que sobre ese furor por las series estará todo dicho, porque hoy día está dicho todo sobre casi todo y casi todo sobre todo. Imagino que habrá miles de artículos con análisis rigurosos sobre el auge y triunfo de las series de televisión, pero como aquí estamos para escribir crónicas de fútbol, o algo así, yo me voy a quedar en el fútbol. Y creo que las series de televisión han conquistado el mundo porque se parecen muchísimo a la liga, y la liga, amigo, la puta liga, es una de las mejores cosas que hay en este mundo. Un partido es una película, pero la liga, cualquier liga, es una serie. Hay producciones espectaculares, de primera, pero a veces demasiado previsibles, sin emoción; y hay series más pequeñas, humildes, pero con una estructura narrativa preciosa, tan compleja que sólo al final puede ser descifrada. Hay una primera jornada que determina el rumbo de la temporada, como si fuera un episodio piloto, que te marca una trayectoria, unas líneas dramáticas para todo el inicio de la liga. Pero cada capítulo, cada jornada, es una nueva aventura, llena de sorpresas casi siempre. Hay personajes que aparecen y desaparecen, héroes, villanos y secundarios; unos que irrumpen con fuerza cuando nadie contaba con ellos y otros que terminan olvidados cuando los creíamos protagonistas. Algunos se incorporan en mitad de la serie y otros, en cambio, mueren, de pronto, o sufren heridas de rodilla tan graves que no reaparecen hasta la siguiente temporada. Hay tramas de todo tipo, al margen de la trama principal, que casi siempre se resuelve en el último capítulo, y casi nunca con un final feliz. Hay capítulos muy entretenidos, con alternativas, idas y venidas, y hay capítulos sólo para frikis, que los amantes del espectáculo califican de aburridos, llenos de diálogos en espacios cerrados, sin sobresaltos, o que se deciden por un solo detalle. También hay capítulos que pueden cambiar el rumbo de la serie, que la impulsan inesperadamente. Capítulos que se quedan en la memoria, con momentos que te levantan del sofá, te emocionan y te tocan eso que da sentido a la vida. Ha dado fuerte por las series de televisión, ¿eh? Vaya tela. Supongo que porque se parecen muchísimo a la liga, y la liga, amigo, es una de las mejores cosas que hay en este mundo.

Menuda serie, esta en la que vive el Murcia. Menuda trama, temporada tras temporada. La actual vuelve a tener esa dosis de sufrimiento casi desde el arranque, esa agonía perpetua. En nuestra serie los entrenadores suelen morir muy pronto, es un argumento tan visto que ya cansa, pero se repite. Nunca llegan al último capítulo. Y no hay temporada en la que no parezca todo perdido, en la que no nos condenen prematuramente. Pero es entonces cuando casi siempre llega ese punto de giro que hace evolucionar la historia. Este año ha aparecido un personaje sobrio y contenido, un perfecto conocedor de los entresijos de esta serie, que ha conseguido levantar al Murcia con una serie de capítulos grises pero eficaces. Al tipo sobrio le basta con un asesinato a la semana para llevarse los puntos y se siente cómodo en esos diálogos vacíos en los que parece no pasar nada. No quiere entretener a nadie. En el complejo capítulo de la semana pasada, el Murcia dio un paso atrás extraño, jugando mejor que nunca pero sumando una derrota dura, que el murcianismo no sabía cómo interpretar. Y así, confusos, nos sentamos a ver el capítulo de esta semana, pensando en la mala hostia del maldito guionista de todo esto, que además nos hacía jugar de nuevo en el campo del líder y sin nuestros tres asesinos más efectivos. Así nos sentamos, preparados para otro palo que algunos hubieran calificado de definitivo. Fue un partido parejo, de mucho diálogo, con fases más pausadas que algún Karpov-Kasparov de los ochenta. El Murcia volvía a mostrar su cara humilde y trabajada, la del tipo sobrio, dicen que conformista, pero de momento eficaz. El Extremadura apretaba y en alguna fase el capítulo llegó a ser un monólogo, pero el partido estaba destinado a terminar sin heridos. La temporada parecía dar una tregua, un respiro, un capítulo de esos sin nada, sólo para los frikis de la serie. Y entonces, en el último minuto, ocurrió. Sucedió todo muy rápido. Primero fue sólo un sonido, como un graznido lejano, y después un aleteo ruidoso que se acercaba. Nadie podía creer lo que estaba pasando. El Murcia había sacado un dragón al terreno de juego, un dragón enorme que incendiaba el Francisco de la Hera, dejando cientos de rivales abrasados hasta llegar a la portería del Extremadura. La serie daba de pronto un vuelco inesperado. No por los tres puntos, sino por la sensación que ha dejado en todo el grupo, en nuestra serie, una aparición así. Ahora todos saben que tenemos dragones. Menudo capítulo, le dije a mi padre, levantados los dos del sofá, emocionados, después de que Santi Jara nos tocara eso que da algo de sentido a la vida. Menuda serie, esta en la que vive el Murcia, menuda temporada nos espera de nuevo. Y qué final nos deparará este año el maldito guionista de todo esto. 

Real Murcia: Biel Ribas, Juanra (Fede Vega, 60'), Pedro Orfila, Álex Ortiz, Forniés; Armando; Santi Jara, Fran Carnicer (David Sánchez, 55'), Fernando Llorente, Jordan (Abel Molinero, 77'); y Salva Chamorro.
Goles: 0-1 (Un dragón de Almansa, 92').

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