Una hostia a tiempo


Alejandro Oliva (@betandtuit)

Real Murcia, 0; Betis Deportivo, 1.
Sobre la necesidad de una buena hostia a tiempo parece existir cierta unanimidad, y mira que es sorprendente que nos pongamos de acuerdo en algo. Las ventajas de una buena hostia a tiempo parecen aceptadas, en general. El desacuerdo comienza a la hora de aplicarla, en su uso o abuso, y sobre todo, y esto es importante, en si hablamos de una hostia que se da o una que se encaja. Está el que la utiliza simplemente como consuelo, al recibirla, para sacar algo bueno de una hostia, algún provecho; está el que la utiliza de manera ocasional, si no queda más remedio; está, en el otro extremo, el devoto, el que cree en la buena hostia a tiempo como único método pedagógico. También discrepamos, y esto también hay que señalarlo, en la realidad de esa hostia a tiempo, porque hay entusiastas de la hostia metafórica, como golpe o lección que te da la vida para para ser mejor; y hay quien se entrega a la hostia a tiempo de toda la vida, a lo que es soltar, literalmente, un buen hostiazo a tiempo. Yo nunca he creído demasiado en la hostia a tiempo, la verdad, ni siquiera como herramienta que ayuda a aprender, e intuyo que siempre será mejor aprender algo, sea lo que sea, sin la hostia. La vida es demasiado corta para aprender a base de hostias, supongo, sólo que a veces no queda otra que aceptarlas y aprender de ellas ya que, por mucho que consigamos retrasarlas, tarde o temprano todos tendremos que encajarlas.

“Muchas veces necesitas una hostia de estas”, decía José María Salmerón el domingo en la rueda de prensa, serio y sensato, como siempre, reflejando el pensamiento del murcianismo, que con cierta unanimidad buscaba un consuelo ante la inesperada derrota contra el Setién B. Fue una hostia metafórica, sí, pero de las que duelen; fue un golpe duro de los que Salmerón y el equipo sacarán provecho, como una de esas lecciones que te da la vida para ser mejor. Pero para nosotros sólo fue una hostia que nos destrozó la semana, quizá porque el murcianismo lleva tantas hostias que queda noqueado ante cualquier palo, hundido, sin ánimo para extraer lecciones. De repente, y algo antes de lo esperado, tenemos el Everest en el mes de junio, la impotencia ante las tres rondas y los seis partidos imposibles. De repente, el Elche o un filial; el Fuenlabrada o un filial. El Setién B fue un sopapo que nos llenó de dudas, que nos bajó de la nube en la que vivíamos desde hace un par de meses. De repente, la Segunda B en forma de hostia, en estado puro; de repente, te recuerdan que en la Segunda B puedes llevarte alguna alegría fugaz, pero no puedes ser feliz. Han sido tantos golpes que apenas celebramos que volveremos a vivir un playoff, que el Murcia volverá a cerrar otro año brillante, el quinto consecutivo, ojo. Cinco años seguidos entre los cuatro primeros, algo (creo) inédito en la historia del Murcia. "Muchas veces necesitas una hostia de estas”, decía Salmerón el domingo, y en mitad del eterno puente de mayo, aún hostiado, recordé al Murcia de Mir, tan embalado como el de Salmerón, fuerte, ilusionante, sin apenas grietas desde el mes de marzo, brillante en la recta final e incluso en Pontevedra, y cómo ese Murcia de Mir se deshizo en Mestalla, cómo no pudo remontar en Nueva Condomina, ya casi a mitad de junio. Pensé en esa hostia y en que posiblemente al Murcia de Mir le faltó llevarse una buena hostia a tiempo, un aviso, un ojo, que esto es jodido, que esto es demasiado largo, que en Segunda B puedes llevarte alguna alegría fugaz pero no puedes ser feliz, nunca, no puedes ni sonreír, no puedes relajarte, no puedes perder la concentración ni en una puta falta lejana contra un filial de mierda. Una hostia de estas, decía Salmerón el domingo en rueda de prensa, hundidos, pero las semanas de derrota se hacen tan largas que da tiempo a recuperar la esperanza. Y el miércoles, por fin, salía en esa sala de prensa Charlie Dean y nos decía que están preparados; y el jueves era Molo, allí también, el que daba un paso más. "Lo que nos viene es maravilloso", decía Molo el jueves, el cabrón. Maravilloso, decía. De pronto, más animado, me fijé en su foto y vi que lo decía en serio. El muy cabrón lo decía en serio. Entonces amplié la foto de Molo, con en ese aire de feliz perturbado que tiene, incluso en las ruedas de prensa. Y busqué después la cara de Charlie, su cara del miércoles, y amplié su foto también. Junté entonces las dos caras ampliadas y me fijé en la mueca de los dos, en el brillo de sus miradas. Por qué todos los centrales de ley sonríen igual, pensé, recordando a Andrés Montes; por qué a todos los centrales de ley les gusta la marcha de los playoff. Nueve años ya sin Montes, cuántas cosas han pasado que han sido peores sólo porque él no estaba para contárnoslas. Nueve años, me dije, y me quedé un rato dándole vueltas a la necesidad de una buena hostia a tiempo, y a la de un buen abrazo, a tiempo o a destiempo. Suenan tambores de guerra, Salinas. Y al volver a mirar el brillo en la mirada de nuestros centrales pensé que, aunque tengamos por delante el puto Everest en el mes de junio, la vida puede ser maravillosa.

Real Murcia: Biel Ribas; Orfila, Mateos, Charlie Dean (Fran Carnicer, 66'), Forniés; Juanma, David Sánchez (Carlos Martínez, 53'), Armando; Santi Jara, Chrisantus, Elady (Pedro Martín, 76').
Gol: Una buena hostia (20').

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